miércoles, 17 de diciembre de 2008

Sabelotodo

Más que nada lo que más iba a odiar era esa manera de ver la vida con la que todos se manejaban. Todo era sabido, todo era predecible, nadie dudaba de nada; muy simple.
Nadie amaba, pues todos sabían que en dos, cinco o diez años esa pasión se extinguiría. Apenas pensaba todo esto y mentalizaba una reflexión de cómo seguir con aquella farsa, lo iría a ver su mejor amigo, que conocería en unos meses, y entró por la puerta de su casa que había comprado cuando la realidad era mas normal, natural, más viva.
- ¿Cómo te irá hoy?, preguntó, pero él ya sabía que eso ocurriría, por eso antes que pudiese terminar de exhalar el aire, respondió. – Me van a despedir, voy a perder el control en una presentación con unos inversores y mi jefe me echará.

Luego de tener esa conversación tan trivial como todo lo que experimentaba, Vin, se fue directamente a su trabajo, donde ya había descrito lo que pasaría, no podía soportar que la gente lidiara con ese conocimiento eterno del futuro, ese control que descontrolaba las ideas, destruía los sueños. Tengo que salir de esto, pensó.
En el rutinario camino que recorría todos los días, pasando la plaza, llegando a la parada del colectivo, viendo la sombra de aquella señora que no estaba más tirada en esa esquina pidiendo monedas porque era de su conocimiento que así no llegaría a nada y terminó suicidándose, supo que su transporte no llegaría hasta dentro de quince minutos, entonces decidió sentarse en el escalón de un edificio a esperar.
Pensar en ese presente era horroroso, era una tormenta de nuevos futuros, era ver como seguiría la propia vida. Era perder las esperanzas de algo nuevo. La pena de vivir, eso era. Pensar, algo que en un pasado lejano era placentero, algo que muchos valoraban, hoy, era un dolor y una angustia.
Mientras miraba el piso, supo que tendría que levantar la cabeza en cinco segundos, su colectivo llegaría y tendría que subirse para ir a hacer el ridículo y ser despedido. Se subió y se sentó en el último asiento que sabía que estaría desocupado.
El sueño lo dominaba, la noche anterior no había podido dormir, es que cada vez que lo intentaba, esas imágenes de su despido lo dominaban, consecuentemente se había dedicado a llorar. Lloraba quejándose de esa realidad que lo tenía atrapado. También se angustiaba de no entender cómo era que la vida seguía, cómo la humanidad lograba subsistir sin ningún dejo de naturaleza en ella. Se durmió.
De pronto se despertó en la última parada, en su destino. Pero no lo sabía. No lograba descifrar el la fórmula que resultaba en no saber que tenía que levantarse antes para no pasarse de esa calle que tantas veces había visto.
- No lo creo, pensó.
Se bajó del colectivo sin saber cuanta gente lo acompañaría en la acción ni cuanta gente rellenaría el mismo. Cruzó la calle sin saber cuántos autos pararían en ese semáforo ni de qué colores eran. Una alegría llenó su cuerpo y su mente, un alivio, ¡Todas esas respuestas se habían ido!
Era como perder un billete de cien y luego encontrarlo en un bolsillo, era un alivio eterno, reconstructor. Cerró los ojos, oscuridad, nada. No había más futuros conocidos ni avisos indeseados, no supo más que iba a pasar.
Comenzó a caminar, no sabía a dónde ir, no reconocía los caminos, pero eso le encantaba. ¿Estaba delirando?, No, era demasiado real, era su vida pero esta vez, la estaba viviendo, nada ni nadie le estaba contando los pasos y aconsejándole que decir basado en las respuestas que tendría.
Mientras disfrutaba de su nueva, en realidad antigua sensación, se cruzó con una hermosa mujer, no sabía que eso iba a pasar, generalmente se enteraba dos cuadras antes del encuentro y sabía exactamente cómo seducirla para tener sexo con ella, pero esta vez estaba perdido.
- ¿A dónde vas?, preguntó Vin.
- No se, respondió.
Entonces él no era el único beneficiado, parecía que todos habían disfrutado el mismo cambio que él. ¡No sabía a donde iba!, ¡Que increíble!, ¡Que gran respuesta! Siguieron caminado juntos, hablando, sin saber que les tenía preparado la vida, ella, la vida, había dejado de mandarles sus planes.
De pronto, como ya no sabía que obstáculos había en su camino hacia ningún lugar, se golpeó la cabeza con un cartel, calló, durmió nuevamente.
Se levantó en el colectivo.
- Sé que estás bien, levantate, dijo un hombre.
- Si, ya se, tengo un moretón en la cabeza nada más, mañana me lo dirá el doctor, respondió Vin.
Se dio cuenta que si no se levantaba en dos segundos perdería la parada para llegar a su trabajo y ser despedido.
No pudo escapar de la realidad, de la mentira.

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