Walkman
No tiene batería. El reproductor de casetes (tecnología muerta) en el que enchufa un auricular y como una arteria más de su cuerpo conecta a sus oídos, no tiene pilas. “Yo no quiero trabajar, no quiero ir a estudiar, no me quiero casar”, es un cartel en su frente y la verdad es que hay que poner mucha atención para descifrar la letra porque modula menos de lo que habla sin melodía.
Es un chico y es de Olivos. “Es de...”, porque ya es un tatuaje y un ritual de los vecinos de este barrio de zona norte escucharlo casi todos los días pasar por la puerta de las casas, a lo largo y a lo ancho de toda la zona, su vida es caminar y “cantar” canciones que pocas veces se entienden alrededor de todo este vecindario.
Con un seguimiento intensivo se puede entender que la gente “habitué” ya lo tiene asumido, como una enfermedad que no lastima pero está, pero los que pasan por allí para visitar a algún familiar o realizar algún tramite, son embestidos por la mística, confundida por el miedo, que exhala permanentemente este joven. Y no tiene pilas.
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