¿Que será de la mancha?
La mancha estaba ahí. Habían pasado varios años ya. Muchas cosas habían cambiado y hasta el cielo tenia otro color, no podía reconocer ni hasta lo mas familiar, como cuando se esta ausente del hogar y ya no se puede recorrer los pasillos con los ojos vendados. Es esa sensación de extrañeza de la que no se puede librar, esa auto-alienación que angustia y desespera. Se entrelazaron las puntas y se formó un flagelo que parecía inquebrantable. De vez en cuando lograba esconderse y tranquilizarse, sentirse feliz, pero, ¿Qué hay de divertido en ser feliz? El aburrimiento de la felicidad llevó -y aun lleva- a buscar problemas en donde no los hay.
Que decepcionante que es sentir que se está tropezado en uno mismo, se está chocando contra la misma pared vieja y sucia, que con solo un soplido efectivo se es capaz de tirarla abajo, de demoler eso que en realidad no es tan… real.
Que demoledor que es darse cuenta que uno solo pensó haber salido de aquel juego perverso que se tiene contra sí, para verse una vez más congelado en esa imagen, en ese autorretrato desgarrador que se fue pintando con el tiempo, desde ese disparador, ese gatillo, que en realidad nunca fue, sino que armamos la escultura, levantamos un gigante que dice a gritos, “soy vos”.
Si todo lo imagina, ¿Por qué la mente humana, la razón, es tan poco razonable?
Se piensa todo para llegar a la conclusión de que ni se sabe ya a qué se le tiene miedo. Es hasta gracioso pensar que el detonador original no existe más y que las vueltas mentales se marearon a sí mismas para terminar dejando cabos sueltos sin un núcleo. Sin un motivo. Y cuando esa nube deprimente nos agobia, me agobia, se decide identificar, marcar, nombrar y reconocer lo que en verdad nos erosiona. Hecho esto, espero que la nube se esfume, porque ¿no debería ser así? Si se está peleando con imágenes alternas de un “algo” que ya no existe, que ya fue rebasado, y dejado atrás.
Pero todavía no estoy a salvo. No estoy libre, pero ya lo estuve, intermitentemente, pero volví a la misma zanja por no tener ninguna mejor en la que recostarme. Si no hay nada nuevo, si no hay nada que ocupe el lugar de lo que se va, eso vuelve, porque un hueco no puede existir en la mente humana. Es un reflejo entonces, el auto-flagelarse porque sino la cabeza se aburre.
La tranquilidad llega cuando hay algo que ocupa eso que molesta. Cuando se tapa, cuando no se le da pelota a algo que molesta, eso se va, y uno se da cuenta, y esa es la tranquilidad de la que se habla. Si no se encuentra nada para ocupar el pensamiento, se vuelve a lo fácil, es fácil estar enojado con uno mismo, porque no hay que moverse para solucionarlo, es fácil la mancha.
La mancha… ¿Seguirá ahí?
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