-Sí, lo maté. ¿Y?... muchos querían hacerlo, o por lo menos jodían con eso…
-Bueno pero me parece que no era para tanto.
-Mirá, no me lo bancaba más, nadie lo soportaba, mirame como si fuese un salvador, te salvé de bancártelo más tiempo. Además, a mí me tenía las pelotas llenas. ¿Por qué él podía decir y hacer lo que quería y nosotros teníamos que soportarlo? Todos se quejaban de sus chistes tontos, de su soberbia y de que no se daba cuenta de lo tonto que era. Bueno, ahora yo le puse fin a eso, además, creo que yo era el que menos lo quería, asique remordimiento no tengo. Ni siquiera sus padres lo van a extrañar, te lo aseguro.
-¿Qué estás diciendo?
-Digo que antes si sentías ganas de matar a alguien, lo hacías, ahora, está todo como un tabú, bueno, yo lo maté, chapado a la antigua.
-¿Chapado a la antigua?
-Sí, lo ahorqué.
-¿Pero sabés que no vivís en la época medieval no? No estás en guerra, no sos el enviado del rey, te van a meter preso.
-Si… me van a meter preso, ¿y? Estaré unos años en cana. Pero la verdad que voy a estar muy tranquilo porque no me voy a tener que bancar al forro ese. Pero bueno, sí, no me vas a ver por un rato largo. A la noche cuando hables con los chicos para hacer algo, ya no vas a poder invitarme, es verdad. Ni para jugar a la pelota. Ni para hablar por teléfono siquiera. Para nada. No vas a poder contar más con migo.
-¿Vale la pena?
-No. Pero me siento bien porque por una vez en la puta vida hice algo que quería hacer. Yo no soy como él. Yo si hago algo bien no ando por la vida mostrándoselo a todos. Él venía y te lo echaba en cara y te volvía loco. Y te hacía quedar mal al lado de todo el mundo gritando a los cuatro vientos que tanto mejor él era al lado tuyo. Y bueno, me cansé, lo invité a casa y lo maté.
-¿Lo mataste en tu casa?
-Y si, pobre el boludo estaba muerto de ganas de tener más amigos, entonces lo invité a casa y vino corriendo. Como le encantaba mostrar su fuerza, lo único que tuve que hacer fue retarlo a que yo le pusiera una cuerda alrededor del cuello y él tratara de escapar. Obviamente no pudo. Una vez que apretás el cuello, ya es difícil salir.
-¿Y cómo vas a hacer para que nadie se dé cuenta?
-Uh sos tarado che. Lo tiro al río. No le va a faltar compañía.
-Lo que dijiste recién es horrible.
-Me tenés los huevos hinchados con tu moralismo. ¿No podés cruzar los límites una vez en tu vida? Lo único que te voy a pedir es que no le digas a nadie. Yo confío en vos porque sos mi amigo. Y la verdad es que si le decís a alguien, se pudre todo viejo. Yo me animé para matarlo, y no me costó tanto. Animate.
-Y pero ya te dije, vas a ir en cana.
-Sí, si alguien se entera. Sí, dije que no me ibas a poder llamar más. Pero la verdad es que no quiero ir en cana. Y si vos no hablás, no voy a ir en cana. Porque no hay nadie que sepa la verdad.
-Es muy difícil que yo no hable. No son pelotudos los canas, van a saber que estoy mintiendo.
-¿No podés confiar en vos? Mirá a quién le vengo a contar. A la madre teresa. A Ghandi.
-Pará un poco. No me insultés. Yo no te hice nada. Yo no maté a nadie.
-Ah bueno. ¿Me estás tratando de asesino?
-Convengamos que mataste a Jaspe.
-¿Y qué? ¿Eso ya me convierte en un asesino? Para ser un asesino tenés que haber matado a más de una persona.
-El asesino es el que asesina. Vos asesinaste. Sos un asesino.
-No te me hagás el vivo León.
-Tranquilo. Bueno yo no digo nada, pero prometeme que nunca más vas a hacer algo así. Jurame que vas a ser el mismo de siempre.
-¡Pero soy el mismo!
-No confío más en vos.
-Eso no era algo que tenías que decir León. Si no confías en mí, me vas a delatar, tonto no soy.
-Bueno mentira, no dije nada.
-¿Pero ves? Ahora ya no te creo. Ahora yo ya no confío en vos, ni en tu moralismo, ni en nada.
-No hagás nada raro Uriel.
-No te puedo dejar vivir Leo, pierdo yo, ¿entendés?.
-Pero…
-Vení.
-Para…
-¡¿Qué hacés?! ¡Soltá eso León!
- Si vos me matás, pierdo yo… ¿entendés?
(Muere Uriel)
-Ya no me lo bancaba mas a ese Uriel…, si, lo maté... ¿y?
Ja... tas enfermito nene, jejeje. Me gustó!
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