(viene de http://ithurbide.blogspot.com/)
Se duchaba. Era un momento especial para Sánchez. Un momento de total olvido salvo por una cosa, nunca dejaba de recordar que estaba vivo, y para él, a veces, ser consciente de ello era su única razón de ser. Vivir y ser vivido. Después de tantos años en el mundo, así de simples eran las cosas que valoraba.
Creyó escuchar ruidos mientras se remojaba la cabeza luego de limpiarla con crema de enjuague. Golpes con sonido débil por la resistencia de las paredes y el ruido de la ducha cayendo con fuerza sobre su cráneo. Segundos más tarde, volvió a percibir sonidos desde afuera, pero esta vez no eran golpes, sino voces, fuertes gritos. No logró imaginarse lo que vendría. Cerró las llaves de agua y comenzó a secarse con dos toallas, como siempre hacía. Una la envolvía alrededor de la cintura y la otra la usaba para el torso y la cabeza. Una prolijidad poco común en cualquier otra acción de su día. Fue así, entre toallas, que descubrió la noticia. Salió del baño. Subió las escaleras y entró a su habitación. No escuchaba más nada. Parecía como si estuviese sólo en su casa. Creyó estarlo. Pero no era el único cuerpo humano dentro de su hogar. Sin cambiarse fue a buscar a sus hijos al cuarto contiguo para preguntar el porqué de tanto alboroto. Su hijo yacía en el piso de la recámara, desangrado, muerto. Su cara decía mucho. Lloraba sin lágrimas, con los ojos abiertos, incrédulos, como si no cupiese dentro de su mente el escenario que ahora protagonizaba, como si la complejidad de la palabra usada para describir su estado fuese tan alta que todavía era posible que piense en despertar. La eternidad en la nada. La muerte violenta, criminal, imprevista para todos, pero real. Para Sánchez fue solo el disparador para comprobar que a su querida hija también le habían arrebatado la vida, o por lo menos que se la habían dejado escapar por la garganta. Esquivó los charcos de sangre de la cocina donde terminaba la vida de ella y se dirigió al patio delantero, donde estaba la puerta de entrada. Salió a la vereda y se sentó en el cordón. En toalla. Nadie pasó como para mirarlo y reírsele.
El diagrama era perfecto y Rímini no preveía errores. Las emociones eran su fuerte y nunca cometía equivocaciones a la hora de brindar su servicio, es decir, revivir sentimientos o sensaciones muertas, olvidadas en el espacio infinitamente misterioso de la mente humana. Quizás podría haber sido un psicólogo, analista del inconsciente, pero él se creía demasiado bueno para algo tan usado y repetido. Como siempre había sido en su vida, se inventó su propio espacio usando algo que nunca había perdido: la imaginación. Para él, esta era la virtud más importante del ser humano, ya que alegaba imprescindible poder escaparse de la realidad de vez en cuando e inventar una fantasía, deseada o no. Comedia o tragedia. Pocos lo habían contactado para pedir una tragedia. Sánchez era para él una excepción y un desafío. Crear algo poco agradable para el ser humano.
Luego de releer una y mil veces el proyecto, se relajó y se tomó otro café. Quería estar bien despierto para apreciar su obra maestra. Lo peor para un ser humano. Ver destrozadas sus mayores fuentes de sentimientos, su razón de vivir y de ser vivido. Los frutos de sus años. Ahora, nada. Mirando al asfalto buscando algo, pero sin encontrarlo. Angustia y pesar. Lo que le habían pedido. Otro trabajo bien hecho. Hasta pensaba en aumentar la cuota a cobrar por aquella pieza.
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Estimado JMF, mi nombre es Federico Córdoba, soy alumno de TEA, y necesito un contacto de Mariano Llinás. La idea es entrevistarlo por las 10 películas de la década. Sé que no es el camino ideal para conseguir un contacto, pero vi que tenés una entrevista a él en el blog. Es la única vía posible para encontrarlo.
ResponderEliminarMi mail es cordoba.federico@hotmail.com si podés pasarme el contacto, enviame un mail
Saludos.
Muchas gracias.
FC.