miércoles, 9 de diciembre de 2009

Después del accidente

Nunca quise desligarme de esa esquina. Desde que tuve el accidente no hice otra cosa que pararme como si fuera un policía en ese lugar. Realmente disfrutaba yo observar a la gente que pasaba todos los días por ahí. Nunca nadie llegó a conocerme de verdad, pero no puedo culparlos, siempre andan muy ocupados. Hay muchas oficinas por ahí, la gente trabaja. Nunca quise que me den mucha pelota. Mientras no me echaran estaba todo bien. Por mi parte, fui descubriendo un poco de cada uno de los que pasaban por esa esquina. Estaban los quiosqueros, que eran varios, aunque había un solo quiosco. Se la pasaban llevando y trayendo cosas, mercadería, no paraban de laburar. El garita, que era un poco como yo, un testigo tácito del ir y venir. A él tampoco nadie le daba atención, pero a él no le importaba, es más, mientras menos contacto con la gente tuviera, mejor la pasaba. Igualmente, vivía durmiendo. La pendeja del tercer piso. En frente de donde me paraba yo, había un edificio petiso, no más de 5 pisos. En el tercero había una diosa. Sacada de algún cuento, o que se yo. Quizás un ángel. Llegué a pensar que nunca mostraba las alas por vergüenza, pero sin dudas era de una raza superior, entre un ángel y una diosa. No tuve que anotar su rutina como un desesperado en un cuaderno de colegio, me la aprendí sólo de verla todos los días. Para mí, cuando ella aparecía, todo lo demás era nada, no más autos, no más ruido de cajas del quiosco, no más ronquidos del garita, no más nada, sólo ella. A veces se cruzaban ella y el chico de la construcción y me moría de vergüenza por cómo se miraban. Cada día se pasaban más cerquita. Al principio a casi un metro. Después se fueron acercando y las últimas veces que los vi, hasta se rozaban los brazos. Después de todo, quizás era una historia de amor digna de sí misma. También había un trapito que comía de lo que cobraba por pretender que cuidaba los autos, aunque la gente lo respetaba. En realidad, se hizo indiscutido dueño de la cuadra cuando se quisieron robar la camioneta de los chicos del quiosco dio la casualidad de que el trapito estaba ahí cuando por la esquina apareció un patrullero y los chorros se fueron cagando. Los chicos del quiosco creyeron que él les había salvado la camioneta. Desde entonces, nadie le reprochó su presencia. Él también admiraba a la diosa del tercero. Pero no tenía ninguna chance, menos contra el chico de la obra, que por los gajes del oficio, era portador de una espalda equis ele. También usaba uno de esos arneses para apretar la cintura y levantar peso sin dolor que lo hacían más profesional y le daban más pinta. Igual, nunca se supo si aquel amor alguna vez se concretó, aunque yo creo que hubo una relación y por lo menos una pelea, porque de un día para el otro, ya no se rozaban más los brazos al cruzarse en la vereda, es más, la diosa del tercero empezó a caminar por la otra acera. Fue una lástima. Lo que más extraño es a la vieja del negocio de nutrición. Esos negocios nunca prosperan, pero por alguna razón, la gente que atiende esos locales es siempre macanuda. Aunque nunca recaudaba lo suficiente para cubrir el alquiler y la mercadería, siempre le daba algo de comer al trapito: unas semillas de girasol sin sal o galletitas de sésamo, sin sal. La diosa del tercero era cliente regular, su figura lo ameritaba. En el mismo edificio de la diosa, vivía una parejita de viejos. Se sentaban veinticuatro horas al día en el balcón de su piso, el primero, a mirar pasar los autos y la gente. A la mayoría eso le molestaba, pero a mí no, les debo mucho. Cuando tuve el accidente, en esa esquina, fueron los primeros en llamar a la ambulancia. No bajaron a preguntarme como estaba porque hubiesen tardado una eternidad. Los chicos del quiosco me hicieron el aguante hasta que llegó. Pusieron varias de sus cajas, vacías, en la calle para achicar la calle y que no me pisaran, es que no me podían mover, estaba muy mal. Una semana después, andá a saber si por coincidencia o qué, abrieron una farmacia al lado del quiosco. Se hicieron muy amigos entre ellos, siempre se pasaban cajas para un lado y para el otro. No duró mucho la farmacia, pocos días después, cayeron varios patrulleros y la cerraron. Se llevaron varias de las cajas. Días más tarde, abrió una carnicería que le dio mucha ganancia al quiosco. Los vecinos empezaron a hacer más asados y el olorcito era buenísimo, y al comprar la carne, pasaban por el quiosco a comprar papas fritas y gaseosas. Hicieron una dupla bárbara.

A veces me voy para la iglesia al final de la cuadra a rezar un poco, por mí. No tengo a mucha gente y entonces le pido a Dios que cuide de la gente de la cuadra. Pido que la carnicería tenga éxito y que los chicos del quiosco también, ahora la cuadra es mucho más limpia sin todas esas cajas. También pido que la obra no se termine nunca así el joven obrero se vuelve a enganchar a la diosa del tercero. Pido que los viejos sigan ahí para que nadie se quede sin ser observado, todos necesitan un poco de atención. Pido que nunca cierre el negocio de nutrición, la vieja hace las cosas bien y es honesta. También pido que el garita se quede en la cuadra por varios años más, algún día se va a reivindicar, algún día se va a despertar. Hasta pido que el trapito siga escoltando a los autos, no le hace mal a nadie, nunca rayó un auto ni lanzó una puteada al aire al que no quiso pagarle. Sin él, los chicos del quiosco no tendrían más camioneta para cargar mercadería. Me podrían haber llevado a mí al hospital y no esperar a que llegue la ambulancia cuando choqué en la esquina cerca de la nutricionista. Ya ni me acuerdo que auto tenía. Igual hubiese sido en vano, mi vida se fue volando por el mismo parabrisas que rompió mi cuerpo ya sin alma. Cuando me levanté, nadie se dio cuenta. La ambulancia llegó y se llevó mi cuerpo. Yo me quedé parado hasta que me volviesen a buscar. Siempre quise saber como terminó todo.

4 comentarios:

  1. La verdadera intriga no es por el segundo cero sino por el +1. ¿qué habrá allí? Todo lo escrito puede que alimente nuestra imaginación en el mientras tanto.

    Un abrazo. Gracias por visitarme.

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  2. 3 cosas...

    1- jamas me entere que chocaste.. pero es bueno tenerte todavia entre nosotros.

    2- Segui escribiendo que estas historias son lo mas..!!! cada tanto paso y las leo..

    3- Volve a la esquina mata al pibe de la construccion y reemplazalo o habla con la minita o aunque sea pedile el numero y pasamelo a mi!!!!

    Un abrazo giganteee...!!!!!

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  3. no tuve un accidente, es pura ficcion

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  4. Hola Juanma:
    El final está muy bueno. En 6 renglones das vuelta toda la imagen.
    Un beso

    Patricio Iglesias

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